Del libro de los Hechos de los Apóstoles
Después de la ascensión de Jesús a los cielos, los apóstoles regresaron a Jerusalén desde el monte de los Olivos, que dista de la ciudad lo que se permite caminar en sábado. Cuando llegaron a la ciudad, subieron al piso alto de la casa donde se alojaban, Pedro y Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago (el hijo de Alfeo), Simón el cananeo y Judas, el hijo de Santiago. Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con María, Jesús, con los parientes de Jesús y algunas mujeres.
Palabra de Dios.
Del libro de los Hechos de los Apóstoles
En los primeros días de la Iglesia, todos los que habían sido bautizados eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la comunión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones. Toda la gente estaba llena de asombro y de temor, al ver los milagros y prodigios que los apóstoles hacían en Jerusalén.
Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común. Los que eran dueños de bienes o propiedades los vendían, y el producto era distribuido entre todos, según las necesidades de cada uno. Diariamente se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos, con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y toda la gente los estimaba. Y el Señor aumentaba cada día el número de los que habían de salvarse.
Palabra de Dios.
De la carta del apóstol san Pablo a los romanos
Hermanos: Si Dios está a nuestro favor, ¿quién estará en contra nuestra? El que no nos escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no va a estar dispuesto a dárnoslo todo, junto con su Hijo? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Si Dios mismo es quien los perdona, ¿quién será el que los condene? ¿Acaso Jesucristo, que murió, resucitó y está a la derecha de Dios para interceder por nosotros?
¿Qué cosa podrá apartarnos del amor con que nos ama Cristo? ¿Las tribulaciones? ¿Las angustias? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada?
Ciertamente de todo esto salimos más que victoriosos, gracias a aquel que nos ha amado; pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni el presente ni el futuro, ni los poderes de este mundo, ni lo alto ni lo bajo, ni creatura alguna podrá apartarnos del amor que nos manifestado Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Palabra de Dios.
De la carta del apóstol san Pablo a los romanos
Hermanos: Por la misericordia que Dios les ha manifestado, los exhorto a que se ofrezcan ustedes mismos como una ofrenda viva, santa y agradable a Dios, porque en esto consiste el verdadero culto. No se dejen trasformar por los criterios de este mundo, sino dejen que una nueva manera de pensar los trasforme internamente, para que sepan distinguir cuál es la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Que el amor de ustedes sea sincero. Aborrezcan el mal y practiquen el bien; ámense cordialmente los unos a los otros, como buenos hermanos; que cada uno estime a los otros mas que a sí mismo. En el cumplimiento de su deber, no sean negligentes y mantengan un espíritu fervoroso al servicio del Señor. Que la esperanza los mantenga alegres; sean constantes en la tribulación y perseverantes en la oración. Ayuden a los hermanos en sus necesidades y esmérense en la hospitalidad.
Bendigan a los que los persiguen; bendíganlos, no los maldigan. Alégrense con los que se alegran; lloren con los que lloran. Que reine la concordia entre ustedes. No sean, pues, altivos; más bien pónganse al nivel de los humildes.
A nadie devuelvan mal por mal. Esfuércense en hacer el bien delante de todos los hombres. En cuanto de ustedes depende, hagan lo posible por vivir en paz con todo el mundo.
Palabra de Dios.
De la carta del apóstol san Pablo a los romanos
Hermanos: Por la misericordia que Dios les ha manifestado, los exhorto a que se ofrezcan ustedes mismos como una ofrenda viva, santa y agradable a Dios, por que en esto consiste el verdadero culto. No se dejen transformar por los criterios de este mundo, sino dejen que una nueva manera de pensar los transforme internamente, para que sepan distinguir cuál es la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Que el amor de ustedes sea sincero, aborrezcan el mal y practiquen el bien; ámense cordialmente los unos a los otros, como buenos hermanos; que cada uno estime a los otros más que a si mismo. En el cumplimiento de su deber, no sean negligentes y mantengan un espíritu fervoroso al servicio del señor. Que la esperanza los mantenga alegres; sean constantes en la tribulación y perseverantes en la oración. Ayuden a los hermanos en sus necesidades y esmérense en la hospitalidad.
Palabra de Dios.
De la carta del apóstol san Pablo a los romanos
Hermanos: Nosotros no debemos buscar agradarnos a nosotros mismos. Que cada uno de nosotros trate de agradar al prójimo, buscando su bien y su crecimiento en la fe. Pues tampoco Cristo buscó complacerse a sí mismo.
Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, les conceda a ustedes vivir en perfecta armonía unos con otros, conforme al espíritu de Cristo Jesús, para que, con un solo corazón y una sola voz alaben a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Por lo tanto, acéptense unos a otros, como también Cristo los aceptó para la gloria de Dios.
Y que Dios, de quien procede la esperanza, llene de alegría y de paz su fe; y que el Espíritu Santo, con su fuerza, los colme de esperanza.
Palabra de Dios.
De la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios
Hermanos: El cuerpo no es para fornicar, sino para servir al Señor; y el Señor, para santificar el cuerpo. Dios resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros con su poder.
¿No saben ustedes que sus cuerpos son miembros de Cristo? Y el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él. Huyan, por lo tanto, de la fornicación. Cualquier otro pecado que cometa una persona, queda fuera de su cuerpo; pero el que fornica, peca contra su propio cuerpo.
¿O es que no saben ustedes que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que han recibido de Dios y habita en ustedes? No son ustedes sus propios dueños, porque Dios lo ha comprado a un precio muy caro. Glorifiquen, pues, a Dios con el cuerpo.
Palabra de Dios.
De la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios
Hermanos: No soy yo sino el Señor quien ordena a los casados que la mujer no se separe del marido. En caso de separación, que no se vuelva a casar o que se reconcilie con su marido. Y que tampoco el marido se divorcie de su mujer. A los demás le digo yo, no el Señor, que si un cristiano está casado con una mujer no creyente y ella acepta vivir con él, no se divorcie de ella. Y si una mujer cristiana tiene un marido no creyente y él acepta vivir con ella, no se divorcie de él. Pues el marido no creyente queda consagrado a Dios por la mujer, y la mujer no creyente por el marido cristiano. De este modo, los hijos pertenecerán a Dios, mientras que de otra forma no pertenecerían.
Palabra de Dios.
De la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios
Hermanos: Aspiren a los dones de Dios más excelentes. Voy a mostrarles el camino mejor de todos. Aunque yo hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, no soy más que una campana que resuena o unos platillos que aturden. Aunque yo tuviera el don de profecía y penetrara todos los misterios, aunque yo poseyera en grado sublime el don de ciencia y mi fe fuera tan grande como para cambiar de sitio las montañas, si no tengo amor, nada soy. Aunque yo repartiera en limosnas todos mis bienes y aunque me dejara quemar vivo, si no tengo amor, de nada me sirve.
El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no es presumido ni se envanece; no es grosero ni egoísta; no se irrita ni guarda rencor; no se alegra con la injusticia, sino que goza con la verdad. El amor disculpa sin límites, confía sin límites, espera sin límites, soporta sin límites.
El amor dura por siempre.
Palabra de Dios.
De la carta del apóstol san Pablo a los efesios
Hermanos: Yo, Pablo, prisionero por la causa del Señor, los exhorto a que lleven una vida digna del llamamiento que han recibido. Sean siempre humildes y amables; sean comprensivos y sopórtense mutuamente con amor; esfuércense en mantenerse unidos en el Espíritu con el vínculo de la paz.
Porque no hay más que un solo cuerpo y un solo Espíritu, como es también sólo una la esperanza del llamamiento que ustedes han recibido. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que reina sobre todos, actúa a través de todos y vive en todos.
Palabra de Dios.
De la carta del apóstol san Pablo a los efesios
Hermanos: Vivan amando, como Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros.
Respétense unos a otros, por reverencia a Cristo: que las mujeres respeten a sus maridos, como si tratara del Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza y salvador de la Iglesia, que es su cuerpo. Por lo tanto, así como la Iglesia, que es su cuerpo. Por lo tanto, así como la Iglesia es dócil a Cristo, así también las mujeres sean dóciles a sus maridos en todo.
Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella para santificarla, purificándola con el agua y la palabra, pues él quería presentársela a sí mismo toda resplandeciente, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino santa e inmaculada.
Así los maridos deben amar a sus esposas, como cuerpos suyos que son. El que ama a su esposa se ama a sí mismo, pues nadie jamás ha odiado a su propio cuerpo, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo.
Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. Éste es un gran misterio, y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
En una palabra, que cada uno de ustedes ame a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete a su marido.
Palabra de Dios.
De la carta del apóstol san Pablo a los efesios
Hermanos: Vivan amando, como Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros.
Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella para santificarla, purificándola con el agua y la palabra, pues él quería presentársela a sí mismo toda resplandeciente, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino santa e inmaculada.
Así los maridos deben amar a sus esposas, como cuerpos suyos que son. El que ama a su esposa se ama a sí mismo, pues nadie jamás ha odiado a su propio cuerpo, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo.
Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. Éste es un gran misterio, y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Palabra de Dios.
De la carta del apóstol san Pablo a los filipenses
Hermanos míos: Alégrense siempre en el Señor; se lo repito: ¡alégrense! Que la benevolencia de ustedes sea conocida por todos. El Señor está cerca. No se inquieten por nada; más bien presenten en toda ocasión sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud. Y que la paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, custodie sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.
Por lo demás, hermanos, aprecien todo lo que es verdadero y noble, cuanto hay de justo y puro, todo lo que es amable y honroso, todo lo que sea virtud y merezca elogio. Pongan por obra cuanto han aprendido y recibido de mí, todo lo que yo he dicho y me han visto hacer; y el Dios de la paz estará con ustedes.
Palabra de Dios.
De la carta del apóstol san Pablo a los colosenses
Hermanos: Puesto que Dios los ha elegido a ustedes, los ha consagrado a él y les ha dado su amor, sean compasivos, magnánimos, humildes, afables y pacientes. Sopórtense mutuamente y perdónense cuando tengan quejas contra otro, como el Señor los ha perdonado a ustedes. Y sobre todas estas virtudes, tengan amor, que es el vínculo de la perfecta unión.
Que en sus corazones reine la paz de Cristo, esa paz a la que han sido llamados, como miembros de un solo cuerpo. Finalmente, sean agradecidos.
Que la palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza. Enséñense y aconséjense unos a otros lo mejor que sepan. Con el corazón lleno de gratitud, alaben a Dios con salmos, himnos y cánticos espirituales; y todo lo que digan y todo lo que hagan, háganlo en el nombre de Señor Jesús, dándole gracias a Dios Padre, por medio de Cristo.
Palabra de Dios.
De la carta a los hebreos
Hermanos: Conserven entre ustedes el amor fraterno y no se olviden de practicar la hospitalidad, ya que por ella, algunos han hospedado ángeles sin saberlo. Acuérdense de los que están presos, como si ustedes mismos estuvieran también con ellos en la cárcel. Piensen en los que son maltratados, pues también ustedes tienen un cuerpo que puede sufrir.
Que todos tengan gran respeto al matrimonio y lleven una vida conyugal irreprochable.
Que no haya entre ustedes avidez de riquezas, sino que cada quien se contente con lo que tiene. Dios ha dicho: Nunca té dejaré ni te abandonaré; por lo tanto, nosotros podemos decir con plena confianza: El Señor cuida de mí, ¿por qué les he de tener miedo a los hombres?
Palabra de Dios.
De la primera carta del apóstol san Pedro
Ustedes, mujeres, sean respetuosas con sus maridos, para que, incluso si algunos de ellos se resisten a creer en la palabra de salvación, sean ganados no por palabras, sino por la conducta intachable y recatada de ustedes.
No se preocupen tanto del adorno exterior: los peinados, las joyas y los vestidos, sino de adornar interiormente el corazón con la belleza inalterable de un espíritu apacible y sereno. Esto es lo que vale a los ojos de Dios.
Así se engalanaban en otro tiempo las santas mujeres, que tenían puesta su esperanza en Dios y eran dóciles con sus maridos, como Sara, que obedecía a Abraham y lo llamaba su señor. Pues, si ustedes hacen el bien y no se dejan intimidar por nada, serán dignas hijas de ella.
En cuanto a ustedes, maridos, vivan la vida matrimonial en un clima de comprensión y respeto, teniendo en cuenta que la mujer es una persona más delicada y que, junto a ella, ustedes participan de la vida de la gracia. Así, tendrán asegurado el fruto de sus oraciones.
Finalmente, vivan todos en armonía, sean compasivos, ámense como hermanos, sean bondadosos y humildes. No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto; al contrario, pídanle a Dios cosas buenas para todos, pues han sido llamados por él a poseer como herencia los bienes del cielo.
Palabra de Dios.
De la primera carta del apóstol san Juan
Hijos míos: No amemos solamente de palabra, amemos de verdad y con las obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y delante de Dios tranquilizaremos nuestra conciencia de cualquier cosa que ella nos reprochare, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y todo lo conoce. Si nuestra conciencia no nos remuerde, entonces, hermanos míos, nuestra confianza en Dios es total.
Puesto que cumplimos los mandamientos de Dios y hacemos lo que le agrada, ciertamente obtendremos de él todo lo que le pidamos. Ahora bien, éste es su mandamiento: que creamos en la persona de Jesucristo, su Hijo, y nos amemos los unos a los otros, conforme al precepto que nos dio.
Quien cumple sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. En esto conocemos, por el Espíritu que él nos ha dado, que él permanece en nosotros.
Palabra de Dios.
De la primera carta del apóstol san Juan
Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. El amor que Dios nos tiene se ha manifestado en que envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos por él.
El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación por nuestros pecados.
Si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. A Dios nadie lo ha visto nunca; pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y su amor en nosotros es perfecto.
Palabra de Dios.
Del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan
Los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero, con sus cítaras y sus copas de oro llenas de incienso, que significaban las oraciones de los santos. Y se pusieron a cantar un cántico nuevo, diciendo:
“Tú eres digno de tomar el libro
y de abrir sus sellos,
porque fuiste sacrificado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de todas las razas y lenguas,
de todos los pueblos y naciones,
y con ellos has constituido un reino de sacerdotes,
que servirán a nuestro Dios y reinarán sobre la tierra”.
Palabra de Dios.
Del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan
Yo, Juan, oí algo parecido a la voz potente de una gran muchedumbre, que decía en el cielo: “¡Aleluya! Nuestro Dios es un Dios salvador, lleno de gloria y de poder”.
Y del trono de Dios salió una voz que decía: “Alaben a nuestro Dios, todos sus siervos, los que lo temen, pequeños y grandes”.
Oí entonces algo como el rumor de una muchedumbre inmensa, como el estruendo de un río caudaloso y el retumbar imponente de los truenos. Decían: “¡Aleluya! El Señor, Dios nuestro, todopoderoso, ha establecido su reinado. Llenémonos de gozo y alegría y alabemos la grandeza del Señor, porque ha llegado el tiempo de las bodas del Cordero, y su esposa ya está preparada. Dios le ha concedido vestirse de lino finísimo y deslumbrante”. El lino representa las obras buenas de los santos.
Entonces un ángel me dijo: “Escribe: ‘Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero’”.
Palabra de Dios.
Del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar ya no existía.
También vi que descendía del cielo, desde donde está Dios, la ciudad santa, la nueva Jerusalén, engalanada como una novia, que va a desposarse con su prometido. Oí una gran voz, que venía del cielo, que decía:
“Ésta es la morada de Dios con los hombres;
vivirá con ellos como su Dios
y ellos serán su pueblo.
Dios les enjugará todas sus lágrimas
y ya no habrá muerte ni duelo,
ni penas ni llantos,
porque ya todo lo antiguo terminó”.
Entonces el que estaba sentado en el trono, dijo: “Ahora yo voy a hacer nuevas todas las cosas”.
Palabra de Dios.
Del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan
Yo, Juan, escuché una voz que me decía: Yo, Jesús, he enviado a mi ángel para que dé testimonio ante ustedes de todas estas cosas en sus asambleas. Yo soy el retoño de la estirpe de David, el brillante lucero de la mañana”.
El Espíritu y la Esposa dicen: “¡Ven!” El que oiga, diga: “¡Ven!” El que tenga sed, que venga; y el que quiera, que venga a beber gratis del agua de la vida.
Quien da fe de todo esto asegura: “Volveré pronto”. Amén.
¡Ven, Señor Jesús!
Que la gracia de Jesús, el Señor, esté con todos. Amén.
Palabra de Dios.